martes, 25 de septiembre de 2007

1745. En la calle Barón del Solar de Fuente Álamo, mi abuelo Blas, padre de mi padre, le había dejado un trozo de bancal que tenía junto a la casa...


Blas García Marín

 

12. Crescencio se encarga de hacerlo todo mucho más fácil

En mi viaje a Fuente Álamo el pasado uno de noviembre, día de Todos los Santos, tuve ocasión de acordarme de algo que mi padre me contaba…
…Hace ya mucho tiempo, él recordaba cuando era niño, allá por los años veinte (1920), cuando moría alguna persona se le avisaba a un carpintero, que había dos en el pueblo por aquellos entonces: Miguelillo y Ángel. Al que se le avisaba iba a la casa mortuoria y tomaba las medidas al cadáver y con cuatro tablas hacia un ataúd, lo forraba con tela por dentro y lo pintaba por fuera de negro si era casado, y de blanco si era soltera o soltero.
Seguidamente le ponían cuatro asas para cogerlo y colocaban las iniciales del nombre y apellidos. Se cargaba al hombro por familiares y amigos hasta la puerta de la Iglesia, donde le echaba el responso el sacerdote. Si era de familia pudiente, solía ir el sacerdote hasta la Cruz que había donde empezaba el camino del cementerio, y volvía a responsarle. Una vez en el camposanto lo metían en un hoyo, lo tapaban con tierra y a otra cosa.
Después se despedía el duelo en la puerta de familiares del muerto. A los ocho días salía, a la calle, una señora con un manto negro en la cabeza, iba de puerta en puerta, llamaba y preguntaba: ¡Ave María Purísima! y los de dentro contestaban: ¡sin pecado concebida! Entonces decía la del manto. ¿Que si podéis ir mañana a la misa de fulano, o de mengano? Y los de dentro decían: ¡si podemos iremos! Así recorría todo el pueblo.
Hoy en día los entierros y los funerales están mucho más modernizados, en todos los aspectos, pero la muerte viene siempre, aunque no se espere… Ahora, 87 años más tarde, en Fuente Álamo, Crescencio se encarga de hacerlo todo mucho más fácil.
Próxima a finalizar la primera mitad del siglo pasado, mi padre daba los últimos retoques a la casa que se estaba construyendo en la calle Barón del Solar de Fuente Álamo. Mi abuelo Blas, padre de mi padre, le había dejado un trozo de bancal que tenía junto a la casa donde vivían mis otros abuelos, los padres de mi madre, Ezequiel y Josefa.
A mi madre le había dado su abuela Adelaida, mi bisabuela, 500 pesetas para que construyera la casa. También mi abuela Serafina les dio algo de dinero para que empezaran.
Así es que el año 1950 me fui con mis padres a nuestra nueva casa. El 29 de octubre de aquel mismo año nació mi hermana Serafina. Yo acababa de cumplir tres años y medio.
Mi padre era capaz de abordar un tema complejo y reconducirlo a sus aspectos esenciales, sin caer en simplificaciones. Tal vez fue esa permanente inquietud que él tenía lo que le convirtió, para mí, en un guía fiable, en un magnífico orientador deportivo y en un excelente referente...

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