sábado, 26 de septiembre de 2009

4965. La fatiga de ser. Tras seguir considerando y sufriendo las reacciones de uno mismo y las de los demás semejantes, sobreviene un gran cansancio.


Foto: eldesvandelailusion.blogspot.com


Vicente Verdú

Por periodos, tras seguir considerando y sufriendo las reacciones de uno mismo y las de los demás semejantes, sobreviene un enorme cansancio desde la aburrida repetición de la condición humana. Los mismos malentendidos, los mismos rencores por iguales motivos, el egoísmo reiterado, la impiedad injustificada, el desconcierto, la tristeza recurrente, el sentirse mal querido, traicionado, olvidado o incluso infeliz por un insignificante revés. Dan ganas entonces de cambiar de especie y disponerse para tratar animadamente con otras diferentes formas de ser y estar. Tipos que no calquen los expedientes de los que procedemos y nos procuren la oportunidad de adentrarnos en otra constelación, entre otros desconocidos personajes y también mediante otro yo, transformado en el novedoso modelo vivencial que haría evaporarse la fatiga de ser, la fatiga de sí y de los prójimos humanos. ¿Acceder pues a otro planeta? ¿Llegar a un extraño futuro súbitamente nacido del cataclismo?

Una amiga me dice, sin embargo, que no hace falta tanto para probar un universo diferente. Un low cost aéreo, más o menos seguro, transporta a miles de kilómetros hacia el centro de África o de Asia donde cabe ser recibido por un traumático y acaso curativo cambio de vida. No será suficiente ser turista a secas pero gracias al turismo se accede a la experiencia de que lo que creíamos una totalidad planetaria de seres humanos iguales se revela un panorama de muchos sueños y realidad extraños. Un mundo sin semejanza a nuestra cotidianidad, nuestra conducta o nuestra neurosis y que nos hace aparecer como jactanciosos fantasmas de la única condición humana posible, auténticos tontos colgando de la higuera.

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