miércoles, 30 de septiembre de 2009

4993. El momento de la verdad. En Copenhague dedicaremos una gran parte del tiempo a buscar otras maneras de aplicar los valores olímpicos.


Foto: olympic.org


JACQUES ROGGE

El próximo viernes, 2 de octubre, el Comité Olímpico Internacional se reunirá en Copenhague para vivir unos momentos de emoción y suspense en la elección de la ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos de 2016. Ya se trate de Chicago, Madrid, Río de Janeiro o Tokio, esta decisión resonará en todo el mundo. La ciudad escogida tendrá la responsabilidad de organizar una de las pocas manifestaciones del mundo capaces de congregar a casi toda la humanidad para celebrar la excelencia deportiva y las hazañas del ser humano.


Se trata de una decisión importante, por lo que, evidentemente, el momento de la verdad se retransmitirá a millones de hogares y llegará a las portadas de los periódicos de todo el mundo. Sin duda, será un momento tan intenso como lo fue la ajustada victoria de Londres sobre París hace cuatro años. Pero, por muy emocionante y apasionante que sea el proceso, es sólo una pequeña página de la gran historia que se escribirá en Copenhague. Una vez que las cuatro ciudades candidatas hayan abandonado la ciudad, el Movimiento Olímpico afrontará otras cuestiones importantes que podrían tener un efecto duradero en los Juegos y en la sociedad. La elección de la ciudad anfitriona se inscribe en el marco de una gran reunión: el Congreso Olímpico.

Un Congreso Olímpico es un acontecimiento especial y poco frecuente que se celebra aproximadamente una vez cada decenio. El primer Congreso, en 1894 en París, estableció los Juegos Olímpicos modernos. El Congreso de 2009 es el primero en 15 años y el primero de este nuevo milenio. Su papel consiste en guiar al Movimiento Olímpico a través de un futuro cargado de promesas, pero también de peligros. Si tiene éxito en esta misión, ayudará a asegurar la perdurabilidad y relevancia de lo que probablemente sea una de las actividades culturales más importantes a nivel mundial en la que participa, de una manera u otra, una gran parte de la población. Y permitirá también que la elección de las futuras ciudades organizadoras siga estando tan reñida como ahora.

La organización que se creó hace 115 años para promover los valores olímpicos es hoy más fuerte que nunca y cuenta con 205 comités olímpicos nacionales en todo el mundo. Los Juegos de 2008 batieron nuevos récords en cuanto a la participación, la audiencia y la calidad de las competiciones.

Pero también tenemos que hacer frente a gran número de desafíos.

El tema principal del Congreso de este año es El Movimiento Olímpico en la sociedad. Es un amplio tema que refleja la realidad del deporte como parte fundamental de la sociedad y no como algo que está por encima o aislado de ella. Como dijo Pierre de Coubertin, fundador de nuestro movimiento moderno, la competición deportiva sin valores y sin cultura es meramente un desfile militar. Nuestro objetivo es colocar el deporte al servicio de la humanidad y ejercer una influencia positiva en la sociedad. Queremos utilizar el deporte para fomentar lo mejor de nuestra sociedad y para contrarrestar lo perjudicial.

El consumo de sustancias y el dopaje siguen siendo una grave amenaza para la integridad del deporte y para la salud y la seguridad de los atletas y de la sociedad en general. Nuestros esfuerzos por disuadir y descubrir a los tramposos han progresado considerablemente. No obstante, se trata de una lucha interminable y debemos permanecer alerta. Gracias a la educación, los jóvenes atletas podrán evitar los peligros del dopaje. Gracias a la aplicación de las normas, sorprenderemos y sancionaremos a los tramposos.

Pero para ello es necesario contar con estrictos sistemas de control y realizar pruebas fuera del periodo de competiciones. Es una lástima que los atletas que acatan las normas tengan que sufrir estas molestias, pero es el precio que se debe pagar para garantizar una competición justa.

No me hago ilusiones. Esta lucha no finalizará con una declaración de victoria. Acabar completamente con el dopaje y las trampas en el deporte es tan poco probable como conseguir eliminar el crimen en la sociedad. El dopaje y las trampas no desaparecerán mientras subsista el deporte. Pero vale la pena luchar por esta causa y creo que estamos ganando terreno. Sin embargo, de la misma manera que la atención continua es el precio de la libertad, la vigilancia constante y la necesidad de superar en astucia a los tramposos son también elementos esenciales de la lucha contra el dopaje.

Otra de las amenazas para el deporte y la salud es la inactividad de los jóvenes. Hoy en día, el deporte debe luchar por captar la atención y el interés de los jóvenes, especialmente en los países desarrollados. El resultado es el aumento de la obesidad juvenil.

Compartir los beneficios del deporte con los jóvenes y animarles a participar siempre ha sido una de las misiones clave del Movimiento Olímpico. Pero, aunque los objetivos sigan siendo los mismos, los retos a los que nos enfrentamos cambian. No cabe duda de que, en muchas partes del mundo, nuestros esfuerzos por acercar el deporte y los valores deportivos a la población se ven obstaculizados por las privaciones, aunque en el futuro tendremos que hacer frente a otros elementos que alejarán a los jóvenes de los valores que inspira el deporte y de los beneficios físicos que éste lleva consigo. En otros lugares, al contrario, el reto consiste en preservar la importancia de los valores olímpicos frente a la superabundancia y al exceso de opciones. Por eso hemos intentado adoptar un nuevo enfoque para motivar a los jóvenes con el lanzamiento de los I Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur el próximo agosto. No se trata de unos Juegos Olímpicos en miniatura, sino de una manifestación que combina deporte, educación y cultura para promover un estilo de vida sano y los valores olímpicos de juego limpio, solidaridad, respeto y amistad.

En Copenhague dedicaremos una gran parte del tiempo a buscar otras maneras de aplicar los valores olímpicos.

Estudiaremos las opciones que tiene nuestro movimiento para mejorar la transparencia y la responsabilidad, examinaremos el papel del Movimiento Olímpico en la promoción de los valores, trabajaremos para salvaguardar la importancia de los Juegos, evaluaremos los costes y el tamaño de las manifestaciones y debatiremos sobre lo que podemos hacer para apoyar el deporte en las naciones en desarrollo. Pero, sobre todo, reflexionaremos sobre nuestras obligaciones para con los atletas.

En los últimos años hemos adoptado una serie de medidas para ayudar a los atletas en la etapa de transición entre la competición y la vida profesional y personal, pero todavía nos queda mucho que hacer. Los atletas están en el corazón de nuestro movimiento. Su dedicación, su autodisciplina y su respeto por las normas y por sus adversarios les convierten en modelos a seguir.

Nos dan lo mejor de sí mismos. Por ello, tenemos que hacer lo posible para que tengan la oportunidad de vivir una vida plena y productiva más allá del campo de juego y de las aclamaciones del público.

Los debates sobre estos temas empezarán el día después de la elección de la ciudad anfitriona de los Juegos de 2016. No puedo vaticinar el resultado, así que estoy tan ansioso como el que más por conocer el nombre de la ciudad ganadora. Será un momento muy emocionante, pero no será el final de los acontecimientos de Copenhague, al menos para la familia olímpica.

Los debates ayudarán a determinar si el Movimiento Olímpico puede seguir manteniendo su viabilidad e importancia durante otro siglo más. Los fundadores del Movimiento Olímpico moderno del siglo XIX tuvieron que actualizar los Juegos y sus valores. Pero también nosotros tenemos una importante tarea que realizar si queremos sacar provecho de todos los beneficios que los Juegos Olímpicos pueden aportar a la humanidad.

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