sábado, 8 de septiembre de 2012

5475. Tuvo que pasar algún tiempo hasta que descubrí que aquel cronómetro, de 1964, no funcionaba bien cuando se corría con él en la mano



5. No funcionaba bien cuando se corría con él en la mano

Al día siguiente de nuestra llegada a Getafe, mi padre había quedado, a las siete de la tarde, con Pedro Fernández Domínguez (El Gallego), en un descampado que había detrás de la Avenida Juan de la Cierva, lo que es ahora la Plaza de España, Avenida de España y Avenida de los Ángeles.
Pasaban unos minutos de la hora convenida cuando vimos a una persona que se acercaba hacia nosotros corriendo a ritmo sostenido.
Nos había visto. Terminó de correr a escasos metros de donde estábamos nosotros.
Mi padre se adelantó unos pasos y le estrechó la mano. Yo hice lo mismo. Tenía el aspecto de no estar cansado. Apenas sudaba. Un imperceptible brillo se notaba en su frente. Le calculé unos treinta y cinco años. Me pareció una persona bastante mayor, yo hacía tres meses que había cumplido los dieciocho.
Me miró un instante directamente a los ojos, yo no me ruboricé, sino que palidecí. En seguida aparté la mirada y la dirigí rápidamente hacía abajo, hacía los pequeños guijarros clavados en la tierra.
Le dijo a mi padre: ¿con que este es el chaval?
Mi padre asintió. Le contó lo ilusionado que yo estaba desde hacía bastante tiempo en venir a Madrid, a Getafe y lo que disfrutaba corriendo.
Yo estaba un poco nervioso. Con los pies pegados al suelo. Sin atreverme a dar un paso.
Me preguntó que calzado tenía. Le dije que solamente aquellas zapatillas que llevaba puestas.
Son un poco pesadas para correr, me dijo, pero valdrán para hacerte una prueba. En cuanto podamos vendrás conmigo y compraremos unas playeras.
Le enseñé mi cronómetro. Le pareció bastante bueno.
Yo me había puesto un chándal y un pantalón corto debajo. Le acompañé corriendo unos minutos, a su ritmo, íbamos despacio.
Pedro tenía medidos cien metros, me dijo que me quitara el chándal, que me quedara en pantalón corto y me colocara detrás de una línea que tenía marcada en el suelo. La señaló un poco más con la arista de una piedra.
Le conté el tiempo que yo había hecho en 100 metros, en Fuente Álamo. Le di el cronómetro y se fue a la línea de llegada. El terreno era llano, sin ningún obstáculo y se podía correr muy bien, sin ninguna dificultad.
Mi padre fue el encargado de dar la salida. Tenía un pañuelo blanco levantado por encima de su cabeza, su moquero. Solamente tenía que bajarlo cuando me viera inmóvil detrás de la línea.
Corrí todo lo rápido que pude, a mi me pareció que aunque estaba un poco nervioso, fui a tope, no podía más.
Me acerqué expectante para ver el tiempo que había realizado. 12 segundos 3 décimas, me dijo.
Me quedé desilusionado, esta marca estaba muy lejos de aquel 10.6 que yo tomé en Fuente Álamo.
Me dijo que no estaba mal, pero que yo no era un velocista puro. Volví a correr otra vez y en el segundo intento hice 12.5.
Aquella tarde Pedro descubrió cosas mías que yo ni siquiera podía imaginarme.
Unos días después me acompañó a comprarme unas playeras en La Flecha de Oro, que estaba en la Plaza de Cascorro, de Madrid.
Tuvo que pasar algún tiempo hasta que descubrí que aquel cronómetro, de 1964, no funcionaba bien cuando se corría con él en la mano y se movían los brazos con violencia, enérgicamente.

Francisco de Torre Agreda (El Champi), realizó en Vallehermoso, el 15/05/1975, en la prueba de 400 metros lisos, un tiempo de 49.1. Tenía diecisiete años.
Esta marca fue superada por Antonio Mañero Flores (Mañero), también en Vallehermoso, el 04/06/1978 hizo 48.8.

http://defuentealamoagetafe.blogspot.com/

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5445. Lo veía y no podía creerlo, el cronómetro se había parado en 10 segundos y 6 décimas. El récord de España, que tenía José Luis Sánchez Paraíso, de Salamanca, estaba en 10.4

5416. Nos alojamos en un Hostal del centro, y en la primera ocasión que tuve convencí a mi tío y a mi primo para que me acompañaran a la Relojería

5405. Dejé, encima de la cama, la maleta de madera, que cuatro años antes me había hecho el carpintero de mi pueblo, para viajar a Barcelona

5401. Eran las siete de la mañana, del día dos de septiembre del año 1965, cuando mi padre y yo caminábamos en silencio por la calle Barón del Solar

70. A mi abuela Serafina el trabajo se le acumulaba y no llegaba a tiempo de atender a sus diez hijos varones

69. Pidieron reunirse con Pedro de la Cruz, el Juez Árbitro, para proponerle que se cambiara la salida, que se corriera a favor del viento

68. Las piernas me pesaban como el plomo. Los brazos los movía sin control. La alegría de irme solo la pagué muy cara. Ya era tarde para rectificar

64. “El boina” nos había dicho que si no marchábamos bien nos descalificarían. El juez Arbitro Nacional Fermín Bracicorto, nos iba a controlar

61. Al estar situado cerca de la Ciudad Universitaria y del INEF, era el lugar idóneo, cuando no queríamos bajar a la Casa de Campo

54. El bigotes ganó la partida y el Campeonato. El premio que obtuve fue un tablero de ajedrez que habíamos comprado entre todos los participantes

53. No quería nada más que correr frenéticamente hasta no poder más, enfrentándome a la soledad y a la reflexión del atleta que trabaja muy duro

52. A medida que el tiempo iba pasando la fatiga aumentaba y el cansancio se apoderaba de nosotros, pero teníamos que continuar como pudiéramos

41. Muchos rostros nos dejan una profunda huella y otros nos son totalmente indiferentes. Para mí Carlos Pérez de Guzmán fue una persona excepcional

38. Había un jugador que me tenía realmente fascinado, este era el cubano Capablanca, que se había proclamado Campeón Mundial en el año 1921

27. Me fui a dormir con la cabeza muy revuelta. Estaba convencido de que acaba de hacer historia, la historia de mi vida

25. No me voy a ir de CESA, como tampoco me he ido de CASA. Me llevaré muchos agradables recuerdos que espero me acompañen durante toda mi vida

24. Conseguimos un acercamiento que se rompió con la distancia y los nuevos compromisos y responsabilidades que yo adquirí en mi nuevo destino

23. Seguí bajando a entrenar al SEU y al INEF, ahora con más asiduidad, porque ya me sentía parte de un grupo que me arropaba y ayudaba

22. En la calle Barón del Solar de Fuente Álamo, mi abuelo Blas, padre de mi padre, le había dejado un trozo de bancal que tenía junto a la casa

20. En la “cuadra del boina” estaban Pedro Molero, Adolfo Gutiérrez, Arturo Santurde, Ángel Santana, Pepe Verón (el Maño), José Luis García…

19. Que abráis vuestros álbumes y me enviéis aquellas fotografías que guardáis como pequeños tesoros

15. Han pasado más de cuarenta años desde aquella primera visita al Cerro de los Ángeles. Atravesar la carretera de Andalucía no nos supuso dificultad

14. Tuvimos que enfrentarnos contra la indiferencia e incomprensión de la sociedad española de los años sesenta y setenta, nos llamaban locos

13. Mi primer contacto con una pista de atletismo en Madrid, fue en las instalaciones del SEU de la Ciudad Universitaria

10. Caminaba de pared a pared con paso tenaz, inquieto, con las manos en la espalda, la cabeza hacía delante, inmerso en sus pensamientos

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