sábado, 15 de septiembre de 2012

10399. En la “cuadra del boina” estaban Pedro Molero, Adolfo Gutiérrez, Arturo Santurde, Ángel Santana, Pepe Verón (el Maño), José Luis García...

Foto: Alheazer 


11. Aprendí a relativizar las cosas

Todavía no estaba recuperado del esfuerzo que había hecho en la carrera de 1500 metros, cuando se me acercó Juan García Vicente para preguntarme que tal estaba, como me sentía después de aquella zurra que me había dado en las cinco vueltas. La cuerda de la pista del SEU era de 300 metros.
Le dije que no estaba demasiado mal, que ya iba conociendo, pero que la carrera se me había hecho eterna.
Me comentó que, según me había visto, creía que yo debería correr distancias más cortas, que quizás el 800 se me diese mejor.
A Juan le conocí el primer día que entrené en aquellas mismas instalaciones, y habíamos seguido viéndonos los días que yo bajaba a la Ciudad Universitaria.
Tomé nota de la recomendación que me hacía y le aseguré que intentaría hacerme un 800 en cuanto lo programaran.
Por aquellos años, los atletas teníamos muchas oportunidades de competir, se programaban muchos controles FAM, que así eran como los llamaban. Esto era posible porque los jueces no cobraban, o cobraban muy poco, por dedicar su tiempo a controlarnos, ya que se divertían tanto como nosotros, se alegraban de nuestra superación, eran nuestros amigos.
Juan me propuso que para la temporada siguiente fichara por el Club Perelada, ya que aquel año de 1966 tendría que seguir como independiente hasta el 31 de octubre.
Le conté que me lo tendría que pensar, pero que creía que no iba a ser posible, ya que en mi empresa, querían que hiciéramos equipo y que nos federáramos.
Esto era lo que me había prometido Mingo, el responsable de deportes de CASA.
Me presentó a Ángel Santana, que me invitó a venir algún día a entrenar con ellos a Madrid.
Le manifesté que sí me gustaría, pero que salía de trabajar muy tarde, a las 17,36, y que ya no era hora de coger la camioneta.
Que en cuanto tuviera la jornada intensiva, cuando solamente trabajara por las mañanas, es posible que fuera algún día. Más adelante compartí con ellos muy buenos entrenamientos.
Así fue como empecé a hacer amistad con un grupo de jóvenes, la mayoría estudiantes universitarios, que entrenaban en el SEU con Jesús Arlanzón Revilla, que además también era atleta.
En la “cuadra del boina” estaban Pedro Molero, Adolfo Gutiérrez, Arturo Santurde, Ángel Santana, Pepe Verón (el Maño), José Luis García… y otros que, aunque recuerdo sus caras, no soy capaz de acordarme de sus nombres. Unos estaban en el Club Marathón y otros en Perelada.
A Arlanzón le apodaban “el boina” porque cuando iba vestido de calle siempre llevaba puesta una chapela. Esta prenda, que yo también utilicé, era bastante transgresora en los años sesenta y con su uso queríamos exteriorizar nuestro descontento.


El pasado viernes asistí, en el Rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares, a la Graduación, en Ciencias Ambientales, de mi hija Nieves.
Al recorrer con mí mirada las caras de los 55 jóvenes que esperaban concentrados y nerviosos a que sus nombres fueran pronunciados, no pude evitar un estremecimiento de emoción, que me trasladó a otra época ya muy lejana para mí en la ciudad donde nació Cervantes.
Hace ya bastante tiempo que aprendí a relativizar las cosas, mis recuerdos forman parte de la historia de mi vida, pero en estos momentos cruciales de mi existencia hay ciertos proyectos que me resultan muy seductores.


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10398. Que abráis vuestros álbumes y me enviéis aquellas fotografías que guardáis como pequeños tesoros

10397. Han pasado más de cuarenta años desde aquella primera visita al Cerro de los Ángeles

10395. Tuvimos que enfrentarnos contra la indiferencia e incomprensión de la sociedad española de los años sesenta y setenta, nos llamaban locos

10389. Mi primer contacto con una pista de atletismo en Madrid, fue en las instalaciones del SEU de la Ciudad Universitaria

5492. Caminaba de pared a pared, con paso tenaz, inquieto, con las manos en la espalda, la cabeza hacia adelante, inmerso en sus pensamientos, sin molestarse en mirarnos ni hacer el más mínimo gesto que indicase que se había percatado de nuestra presencia

5475. Tuvo que pasar algún tiempo hasta que descubrí que aquel cronómetro, de 1964, no funcionaba bien cuando se corría con él en la mano

5445. Lo veía y no podía creerlo, el cronómetro se había parado en 10 segundos y 6 décimas. El récord de España, que tenía José Luis Sánchez Paraíso, de Salamanca, estaba en 10.4

5416. Nos alojamos en un Hostal del centro, y en la primera ocasión que tuve convencí a mi tío y a mi primo para que me acompañaran a la Relojería

5405. Dejé, encima de la cama, la maleta de madera, que cuatro años antes me había hecho el carpintero de mi pueblo, para viajar a Barcelona

5401. Eran las siete de la mañana, del día dos de septiembre del año 1965, cuando mi padre y yo caminábamos en silencio por la calle Barón del Solar

72. Cuenta mi padre, que se daban una buena tunda de correazos, volvían a sus casas calentitos, aunque siempre había que procurar dar y que no te dieran

71. Subía ella por la Plaza del Ayuntamiento, con su capazo de ropa apoyado en la cabeza. El agua le bajaba por la cara, empapándole la camiseta.

70. A mi abuela Serafina el trabajo se le acumulaba y no llegaba a tiempo de atender a sus diez hijos varones

69. Pidieron reunirse con Pedro de la Cruz, el Juez Árbitro, para proponerle que se cambiara la salida, que se corriera a favor del viento

68. Las piernas me pesaban como el plomo. Los brazos los movía sin control. La alegría de irme solo la pagué muy cara. Ya era tarde para rectificar

64. “El boina” nos había dicho que si no marchábamos bien nos descalificarían. El juez Arbitro Nacional Fermín Bracicorto, nos iba a controlar

61. Al estar situado cerca de la Ciudad Universitaria y del INEF, era el lugar idóneo, cuando no queríamos bajar a la Casa de Campo

54. El bigotes ganó la partida y el Campeonato. El premio que obtuve fue un tablero de ajedrez que habíamos comprado entre todos los participantes

53. No quería nada más que correr frenéticamente hasta no poder más, enfrentándome a la soledad y a la reflexión del atleta que trabaja muy duro

52. A medida que el tiempo iba pasando la fatiga aumentaba y el cansancio se apoderaba de nosotros, pero teníamos que continuar como pudiéramos

41. Muchos rostros nos dejan una profunda huella y otros nos son totalmente indiferentes. Para mí Carlos Pérez de Guzmán fue una persona excepcional

38. Había un jugador que me tenía realmente fascinado, este era el cubano Capablanca, que se había proclamado Campeón Mundial en el año 1921

27. Me fui a dormir con la cabeza muy revuelta. Estaba convencido de que acaba de hacer historia, la historia de mi vida

25. No me voy a ir de CESA, como tampoco me he ido de CASA. Me llevaré muchos agradables recuerdos que espero me acompañen durante toda mi vida

24. Conseguimos un acercamiento que se rompió con la distancia y los nuevos compromisos y responsabilidades que yo adquirí en mi nuevo destino

23. Seguí bajando a entrenar al SEU y al INEF, ahora con más asiduidad, porque ya me sentía parte de un grupo que me arropaba y ayudaba

22. En la calle Barón del Solar de Fuente Álamo, mi abuelo Blas, padre de mi padre, le había dejado un trozo de bancal que tenía junto a la casa

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